lunes, 3 de septiembre de 2018

NO ME SIENTO EXTRANJERO EN NINGÚN LUGAR


No se que pasó. No se si fue la voz de argentina, la guitarra de Nicaragua o el ritmo de las maracas guatemlatecas.

Quizás fue el ron, la quetzalteca o ese ritmo de cumbia que perseguíamos cada fin de semana.
No se que pasó, que yo ya no era yo. Me miré en el espejo del baño de un bar de la Antigua y de repente no estaba la chica que se subió a un avión hace 5 semanas para volar a la otra punta del mundo.

Decidí quedarme mirando la escena de la gente bailando en el concierto de despedida de Chinga la Maruca, para tomar todas las fotografías mentales posibles. A menos de un metro de distancia vi como de enamorados estaban Argentina y Guatemala, la curiosidad que sentían Nicaragua y Francia. A menos de un metro de distancia sentía que tenía a toda Latinoamérica y no me quedó otra sino sonreír.

Sin embargo, aquella noche loca de viernes, bueno o la del sábado, o quizás fue la del domingo, también vi como mis latinoamericanos dejaban escapar algún suspiro entre una sonrisa triste. 

Supongo que es lo que tienen las despedidas, me di cuenta de que diría adiós al calor y la dulzura de argentina, al descaro de Guatemala y muy a mi pesar, me quedaba poco tiempo con la mente maravillosa de Nicaragua... Así que aproveché para despedirme también de la Aurora que ha sido luna en el Este para dejar brillar a la aurora boreal en el Oeste, que quiere seguir volando aunque sea con solo un ala, que cada día se llena de más nombres de gente.
Odio las despedidas, pero con lo que me ha calado la cumbia, QUE ME QUITEN LO BAILAO y que se prepare el suelo para lo que me queda por bailar.

(No se ve nada, en el video, lo que hay que hacer es escuchar. Por cortesía de mi argentino reviejo favorito sin plata) 

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