No se que pasó. No se si fue la voz de
argentina, la guitarra de Nicaragua o el ritmo de las maracas
guatemlatecas.
Quizás fue el ron, la quetzalteca o
ese ritmo de cumbia que perseguíamos cada fin de semana.
No se que pasó, que yo ya no era yo.
Me miré en el espejo del baño de un bar de la Antigua y de repente
no estaba la chica que se subió a un avión hace 5 semanas para
volar a la otra punta del mundo.
Decidí quedarme mirando la escena de
la gente bailando en el concierto de despedida de Chinga la Maruca,
para tomar todas las fotografías mentales posibles. A menos de un
metro de distancia vi como de enamorados estaban Argentina y Guatemala, la curiosidad que sentían Nicaragua y Francia. A menos de
un metro de distancia sentía que tenía a toda Latinoamérica y no
me quedó otra sino sonreír.
Sin embargo, aquella noche loca de
viernes, bueno o la del sábado, o quizás fue la del domingo,
también vi como mis latinoamericanos dejaban escapar algún suspiro
entre una sonrisa triste.
Supongo que es lo que tienen las
despedidas, me di cuenta de que diría adiós al calor y la dulzura
de argentina, al descaro de Guatemala y muy a mi pesar, me quedaba
poco tiempo con la mente maravillosa de Nicaragua... Así que
aproveché para despedirme también de la Aurora que ha sido luna en
el Este para dejar brillar a la aurora boreal en el Oeste, que quiere
seguir volando aunque sea con solo un ala, que cada día se llena de
más nombres de gente.
Odio las despedidas, pero con lo que me
ha calado la cumbia, QUE ME QUITEN LO BAILAO y que se prepare el
suelo para lo que me queda por bailar.
(No se ve nada, en el video, lo que hay que hacer es escuchar. Por cortesía de mi argentino reviejo favorito sin plata)
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