martes, 11 de septiembre de 2018

EL LAGO


Una vez más, escapé de Santa Lucía. El viernes fui a parar a la Antigua, pero esta vez sin mi querida compañía francesa. Aún así, salí a buscar algo de música y me quedé toda la noche escuchando jazz y algo de reagee con unas cuantas copas de vino.

El sábado madrugué casi tanto como para ir al trabajo y me subí en un shuttle que me llevara a ese maravilloso lugar del que todo el mundo me había hablado: El Lago Atitlán.


Llegué al pueblo de San Marcos la Laguna en un pequeño tuc-tuc del que casi salgo volando por el típico mal estado de las carreteras (aunque llamar carretera a ese camino de hoyos igual no es lo más apropiado). Y listo, fue bajarme, llegar a un pequeño hostal al pie del lago y encontrarme con ese reviejo argentino que se parece tanto a mis hermanos. Luego se añadieron francia y guatemala y este finde la novedad fue que también conocí a mexico.

Nos fuimos a bañar al lago. La escena era de película: un embarcadero de madera, un pequeño banco sobre el agua. ¡ y qué agua!, tan transparente y nítida que podías verlo todo (bueno hasta lo que lacanzaba la vista).


Cocinamos, bebimos y por supuesto en la noche no podían faltar unos bailes a ritmo de cumbia.

Y no se por qué el tiempo tiene que pasar tan rápido, que de repente ya era de domingo y estaba desayunando frijoles a pie de lago.

No se que pasó, que de repente todo se tornó oscuro, el cielo sonaba furioso y de la rabia comenzó a llorar. Pero como “al mal tiempo buena cara” siempre se encuentra una alternativa, y la guatemalteca más guapa que conozco nos cocinó... ay, sin palabras... la secuestraría para que se viniera conmigo a españa y me hicera de comer todos los dias.

La lluvia no paraba, el cielo estaba desconsolado y por la noche yo lo acopañaría también. Odio, cada día un poco más, las p**as despedidas. Ese momento en el que fui consciente de que no se cuándo volveré a ver a estos fantásticos personajes me llenó de mucha pena. Sin embargo la despedida quería quitarse ese color gris, y se llenó de palabras que nos auguraban un reencuentro quizás en mi país y nos imaginamos como sería ir andando por las calles del Albaicín en Granada y encontrármelos tocando cumbia en algún rincón... lo esperaré impaciente.

El lago ha sido mi ultima visita por rincones guatemaltecos y tengo que decir que ha sido la guinda del pastel para todo lo que he conocido de Guatemala.



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