Recuerdo mis primeras horas en Ciudad
de Guatemla, me daba miedo salir a la calle y la verdad no tenía
grandes expectativas sobre lo que iba a encontrar allí.
Pero como en casi todo mi viaje, al
cabo del tiempo me llevé una grata sorpresa.
No se si fue porque esta vez iba
acompañada de mi querida Romy, o si era porque no quería mala onda
la última semana que me quedaba en Guatemala.
Llegamos a la ciudad de noche, nos
comimos una bandeja de tacos (venían como unos 20) y después nos
fuimos al hostel.
Para nuestra sorpresa, y después de
las “malas experiencias” de otros alojamientos, nos encontramos
en un encantador rinconcito de la zona 1 de Guatemala (se supone que
un sitio peligroso de la ciudad).
Por la maña nos tocó ir al trabajo.
Cualquiera nos habría dicho que llamáramos a un taxi o un uber,
porque ¿a donde van dos mujeres solas con pinta de guiris a recorrer
media ciudad?. Pero está claro, que a nosotras nos gusta romper los
clichés y decidimos ir en el transmetro (tranqui papá, que no es lo
mismo que un chiken bus). Probablemente fue la mejor decisión que
pudimos tomar. En el autobús nos encontramos con una gran cantidad
de gente la mar de majos. Primero un señor mayor, quizás de unos 70
años, que al vernos cara de extranjeras nos saludó en: inglés,
italiano, español y francés; para asegurase de que entendíamos
bien su agradable saludo. Luego conocimos a un arqueólogo, de unos
60 años. Nos contó que trabajó durante mucho tiempo en Tikal, que
le gusta la pintura y que hacía retratos. Nos explicó como siente
que el mundo se mueve por energías y como le dimos tan buena onda
nos regaló a cada una una pulsera de cuero con una pequeña pieza de
madera en la que estaba tallada una pirámide maya y el nombre de
algún lugar guatemalteco. Ya cuando teníamos que bajarnos una
señora nos ayudó a ponernos las mochilas, hasta le ató las correas
a Romy!! Bajamos del autobús con una sonrisa en la cara, pero para
mejorarlo aún más, el arqueólogo decidió (después de que les
dijéramos a todos que nos habían alegrado el día) que nos iba a
acompañar hasta nuestro trabajo porque nosotras también se lo
habíamos alegrado a el.
Solo llevábamos despiertas un par de
horas y ya nos sentíamos llenas de buena energía para todo el día.
Qué será lo que tiene Guatemala, que
en nuestros países solo escuchamos oscuro y terrible y cuando llegas
aquí te enamoras. Será que nos enfrentamos al problema de escuchar
una única historia, será que de tanto oír la historia de los
colonos, nos convencimos de sus “azañas” y nos cegaron con su
visión, para que no viéramos la realidad de un país que va mucho
más allá de las historias de asaltos y pobreza.
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