Bueno, probablemente este es el verano
que menos he visto la playa... Apenas he pisado el Mediterráneo un
par de veces este año.
A pesar de que donde estoy viviendo es
conocido como “la costa”, el mar me queda como a unos 50km, y
aunque lleve tanto tiempo en Granada lejos del mar, echo de menos el
agua.
Por eso este finde nos alejamos de La
Antigua y nos fuimos a Monterrico, un pequeño pueblito en la costa
del Pacífico.
Quizás cuando pensamos en las playas
del otro lado del mundo, nos imaginamos una gran extensión de arena
blanca y mucha paz. Pero en Guatemala, las costas están bañadas por
arena negra, del material volcánico que carcateriza toda la región.
Y en cuanto a la paz... bueno digamos
que quien le pusiera el nombre de “Pacífico” yo no tengo claro
donde se bañó. Apenas con el agua por la rodilla no puedes
arriesgarte a entrar mucho más, porque las olas van seguidas y te
cubren por completo. Si me daba miedo la resaca en el mar
mediterráneo, aquí no es resaca, es una subccionadora que si te
dejas llevar te arrastra tranquilamente 10 o 15 metros océano
adentro. Aquí echarse una fotito postureo sentadita en la orilla es
riesgo extremo de acabar revolcada y con arena hasta en el último
ricón de tu cuerpo.
Después de la paliza de bañarse si
que estaba bien tumbarse en una amaca con un mojito a ver como caía
el sol.
Puedo intentar con esta foto enseñaros
a lo mejor un 10% de la belleza de aquel momento. Fue increible como
el cielo se tornó en rojos y anaranjados y de repente el sol se
metía dentro del agua... En ese momento una parte de mí se
sorprendió de lo simple que somos los humanos, que viendo algo que
vemos todos los dias como es el sol y observando un fenómeno diario
como es un atardecer, podemos estar sin pestañear con tal de no
perdérnoslo.
Y que es lo que falta... pues claro,
algo de ritmo por la noche. Hacía muuuucho tiempo que no bailaba
como lo hice esa noche. Se podria decir que fue un momento semieterno
de felicidad plena: mi vino, la playa, cumbia, unos amigos y una
enorme tormenta de rayos que hacían las veces de focos... El
paraiso.
La vuelta de la playa fue la gran
aventura para acabar un perfecto fin de semana, os explico: nosotras
teníamos contratado un shuttle (que es como un minibus privado en el
que vas con más gente de otros hostels y tal) que nos llevaría de
Monterrico a la Antigua, pero claro, el lunes a las 8 teníamos que
estar en Santa otra vez y entonces tendríamos que madrugar un montón
además de maltratar un poco más nuestro escaso monedero. Como mi
compi lleva aquí más tiempo, me dijo que si el shuttle nos dejaba
en Escuintla luego sería fácil ir hasta Santa. Así que en un bar
de carretera nos dejo el shuttle, cruzamos una especie de autovía y
nos pusimos a esperar un bus, si un chicken bus (lo que me dijeron en
la charla de seguridad que no cogiera). Un poco agobiadas porque iba
atardeciendo empezamos a pensar en coger un taxi pero entonces
apareció el bus. Nos subimos y el bus estaba vacío. La verdad es
que es una locura como conducen y la velocidad a la que van,
adelantabamos coches, camiones, invadían el carril del sentido
contrario... pero por fin llegamos a santa. Resultó que no nos
cobraron porque en realidad no estaban haciendo la ruta, sino que
estaban haciendo un viaje express para salir desde otro sitio (eso si
que es suerte). Y el mismo conductor habia avisado al autobus de
santa que no se fuera para que nos llevara a nuestra pequeña finca
(a 10 min de bus de santa). Total, no cogí uno, sino 2 chicken
bus... La verdad es que hice alguna que otra plegaria en un par de
momentos, pero la risa de estar allí subida y sobre todo la
tranquilidad de llegar bien, fue la guinda del pastel para otro fin
de semana increible.
(Disculpas a mi papá por mi escueto bañador y saltarme las normas de seguridad)
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