Al final conseguí cruzar otra
frontera.
Más allá de la selva de Petén, el
mar me llamaba.
Desde una pequeña lancha cruzando el
pacífico Caribe un par de delfines me daban la bienvenida.
Desembarcamos en Caye Caulker, una
pequeña isla de Belize en mitad del Caribe.
Si cerráis los ojos y os dicen Caribe,
¿qué es lo que imagináis? Pues es exactamente eso, arena blanca
(hecha de trocitos de arrecifes) el mar claro, transparente, quieto,
tranquilo, azul.
Las casitas de madera, ligeramente
levantadas del suelo, todas con terraza y colores muy vivos.
Algo a lo que no estamos muy
acostumbrados es que la gente no llevaba móvil. Todos los isleños se movían en bici e iban simplemente de aquí para
allá, con una sonrisa en la cara y transmitiendo una paz que ya
quisiéramos los europeos.
Estuvimos andando por ese pueblito
hasta que llegamos a una pequeña playa. Nuestra playa, parecía como
que toda la energía del Caribe se concentrara en este rinconcito.
Comenzaron a aparecer montones de pelícanos, vimos caballitos de
mar, una enorme manta raya se asomó a la costa, miles de peces
nadando a nuestro alrededor y algún que otro cangrejo (que había
que intentar no pisar).
Como buena pirata del Caribe,
despedimos la tarde mientras bebía un ron, intentando guardar cada
tono de naranja que nos ofrecía la puesta de sol.
El amanecer se nos escapó, pero de
buena mañana ya estábamos en aquella playa desierta, intentando
disfrutar el breve momento que pasamos en la isla, que aunque breve
renovó nuestras energías.
Al final conseguí cruzar otra
frontera, y ver como mi pasaporte se llena de sellos solo me da más
ganas de cruzar y cruzar y romper, muchas fronteras más.
PD: LO QUE NO NOS CUENTAN DEL CARIBE
Bueno, después de este rollito tan zen
con el que estuvimos y volvimos de esta fabulosa isla, hay una verdad
que tengo que contar: los P**OS MOSQUITOS. No en serio, tu estás
tranquilamente dando un paseo a las 8 de la mañana e igual te
vuelves a tu país con dos litros de sangre menos. La mañana que
madrugamos fuimos corriendo a la playa no porque tuviéramos ganas de
bañarnos sino para protegernos de los mosquitos en el agua. A mi me
picaron en la jo**da cara, la única parte de mi cuerpo que no
llevaba repelente y que por supuesto no podía tener todo el rato
bajo el agua.
Os juro que ha sido uno de los lugares
más hermosos que he visto en mi vida, estos que dices “uf yo
cuando me jubile me compro una casa en una isla del Caribe”. Pues
ojo y asegurarse de que hay bancos de sangre porque esos pequeños
cabrones no tienen piedad con nadie.
Me has destrozado con la arena, eso de que sea de arrecife, ahora me va a dar cosa pisarla
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